21 abril 2007

El coste de la vivienda (I) - Casas como churros

De nuevo, un saludo a mis fieles y sufridos lectores, a los cuales últimamente abandono por periodos de tiempo más largos de lo razonable. Mis disculpas por ello.

Hoy os voy a contar la historia de Genaro. Genaro es un gran empresario: tiene una churrería en un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera. Genaro no entiende mucho de números, sólo sabe que el precio al que ha de vender los churros ha de ser suficiente como para pagar la harina, el aceite, cambiar los perolos de vez en cuando, pagar la licencia del ayuntamiento y, además, quedarle a él suficiente dinero de beneficio como para compensar las penurias de su oficio: pasar calor y soportar ese olor a fritanga que se le impregna día tras día en la piel...

Para hacer los churros Genaro sabe que necesita la harina y el aceite. Evidentemente, el coste de estos productos habrá de ser tenido en consideración para ajustar el precio al que venderá los churros, pero Genaro sabe que no podrá comprarlos a cualquier precio puesto que en caso de comprar demasiado caro tendría que vender los churros a un precio que casi nadie pagaría por ellos. Por tanto, no se le ocurriría pagar por la harina más allá de un precio razonable so pena de perder clientes.

Pero últimamente Genaro está de enhorabuena: resulta que la pastelería de la esquina ha tenido un problema de salmonelosis con la nata y, temerosos de que vuelva a pasar, los vecinos han convertido a los churros en su desayuno preferido. Todas las mañanas Genaro se encuentra con una cola enorme de vecinos deseosos de churros. La situación ha pasado de boca en boca y la cola es más larga cada mañana porque los vecinos temen que si no bajan pronto a comprar los churros se pueden quedar sin ellos.

Al ver semejante demanda, Genaro, que es un tío avispado, ha decidido ir subiendo los precios de los churros y, con increíble satisfacción, ha visto cómo la demanda no sólo no ha bajado sino que ha seguido creciendo: algunos de sus clientes compran churros de sobra y esperan a que Genaro cierre el puesto para entonces dedicarse ellos a vender los churros. Esos churros, ya algo fríos, deberían costar menos que los calentitos y recién hechos, pero los vecinos los siguen comprando incluso a un precio mayor con tal de no quedarse en ayunas; a fin de cuentas, los churros sí que son un buen desayuno, no como las galletas de fibra, que al principio te sacian pero al rato estás de nuevo con hambre: comer galletas de fibra es tirar el dinero.

Pero el dueño del molino que le vende la harina a Genaro se ha enterado del chollo y también quiere sacar tajada. Ya que Genaro vende los churros a un precio más alto, también podrá pagar un poco más por la harina, ¡o un mucho más! A fin de cuentas, la demanda de churros es tan fuerte que parece que dé lo mismo el precio al que Genaro los venda: siempre se termina quedando con la escurridera de churros vacía.

Pasado un tiempo, para pagar los churros ya no basta con la calderilla que se lleva habitualmente en el bolsillo: ahora hay que acercarse al cajero con la tarjeta y sacar un buen billete si queremos una cantidad de churros decente. Y encima, este Genaro ha descuidado la calidad y ahora hace los churros con más agua y menos harina; ha contratado a dos aprendices que hacen los churros quemados por fuera y crudos por dentro, y es que la anterior maestría de Genaro haciendo churros se echa en falta. ¡Y para colmo ya ni siquiera les echa azúcar! Si la quieres, tendrás que pagarla aparte. Eso sí, ha cambiado su camiseta blanca y su delantal por una camisa y una bata, que hay que dar buena imagen a la clientela.

Genaro y sus dos ayudantes hacen cada día muchos más churros de los que es capaz de consumir el barrio. Quienes compran los churros para venderlos cuando los de Genaro se han terminado son los grandes responsables de esa gran demanda. Pero parece que ahora no todo el mundo está dispuesto a comprar churros a cualquier precio, y menos aún fríos, así que los "pasachurreros" se están encontrando con que los churros se les enfrían y nadie se los compra, por lo que están dejando de comprarle churros a Genaro. Como la cosa siga así, Genaro cree que va a tener que echar a uno de sus ayudantes... o a los dos.

¡Vaya! Justo ahora, cuando Genaro está pagando la harina a un precio como jamás hubiera imaginado hace sólo unos meses. Pero no sólo ha comprado la harina que necesitaba para sus churros: viendo el chollo, ha comprado unos cuantos sacos más de los que necesita. No pensaba usarlos, sino venderlos a otros churreros una vez que su precio hubiera subido más aún. Y además el Ayuntamiento también ha visto un buen negocio en las licencias de churrerías y ha sacado a subasta otro par de ellas, a pesar de que este barrio siempre tuvo más que suficiente sólo con la chuerría de Genaro. Genaro, para hacerse con mayor mercado y de paso librarse de la competencia, ya ha pujado por ellas bien fuerte... con la inestimable ayuda de la sucursal de la caja de ahorros del barrio, claro.

Para colmo, algunos en el barrio están empezando a preguntarse por qué los churros han subido tanto de precio cuando hace tan sólo unos meses no costaban ni la mitad. Está claro que muchos de los consumidores de dulces de la pastelería se han pasado a los churros tras el susto de la nata, pero eso por sí solo no justifica tal aumento. Se sabe también que algunos vecinos de barrios cercanos se acercan a comprar churros, pero tampoco son tantos como para que los precios se doblen. Preguntado por el asunto, Genaro da la respuesta a los vecinos: ¡el precio de la harina ha subido muchísimo y además la licencia del Ayuntamiento le cuesta un dineral! Y las cuotas del banco (piensa Genaro para sí) que los intereses hay que pagarlos...

¿La harina? ¿La licencia? Se preguntan los vecinos con cierta incredulidad. Si esos gastos siempre han estado ahí, y ya se pagaban y cuando los churros eran más baratos.

A pesar de las excusas que les cuenta a los vecinos, Genaro sabe que no ha dicho toda la verdad; además de no decir ni pío acerca de las deudas del banco, siente una especie de remordimiento interior. La duda que le asalta es... ¿el precio de la harina es causa o consecuencia del precio de los churros?

Continuará...

02 abril 2007

¡Bancos, bancos! ¡Tenemos un problema!

Saludos, queridos lectores.

Tras un lapsus en el que otros proyectos personales me han tenido un poco apartado de este blog, y pidiendo disculpas por ello, volvemos al ataque para presentar un problemilla con el que se ha encontrado (o se va a encontrar) la banca dentro de poco.

Desde hace algo más de un mes han saltado a la actualidad diversas noticias que indican que la morosidad está incrementándose. La liebre saltó inicialmente en EE.UU., donde hace unas semanas el HSBC (uno de los bancos más grandes del mundo) aumentó sus provisiones en un 20% ante el incremento de impagos detectado, y en un momento, según el banco, "en el que la falta de apreciación de activos reduce las opciones financieras", lo que se puede traducir como que el deudor no tiene la opción de vender y pagar la deuda porque probablemente el valor de la propiedad es menor que la deuda. Esta decisión provocó que las acciones del banco cayeran fuertemente en bolsa al detectar los analistas riesgos en la concesión de ciertos créditos.

Pero no es este el mayor problema que ha saltado a la palestra en EE.UU., sino que algunas entidades de crédito especializadas en hipotecas de alto riesgo o hipotecas basura, se han visto sacudidas por graves crisis de liquidez e incluso quiebras. Todo esto ha puesto de relieve el deficiente sistema de control de las entidades financieras y la laxitud con que se han concedido préstamos millonarios a individuos con dudosa capacidad financiera. Y lo peor son las consecuencias que todo esto puede tener en la economía, dado que las entidades financieras podrían decidir endurecer las condiciones de crédito, lo que ocasionaría una reducción del gasto que podría ser letal para la primera economía del mundo.

Entonces es cuando viene a la memoria el refrán aquel de las barbas del vecino, y ahora se discute si en España podría repetirse el mismo escenario, y en esto hay opiniones para todos los gustos, desde los optimistas que descartan la posibilidad (el optimismo y los mensajes balsámicos de Primo son ya conocidos en este blog) hasta los que dudan de que el mercado hipotecario subprime o basura sea un fenómeno localizado sólo en EE.UU. y ponen de manifiesto las prácticas que también se han empleado en España a la hora de conceder créditos millonarios a tutiplén: tasaciones infladas, cuotas hipotecarias al límite, préstamos sobre el 100% o incluso más del valor de tasación (ya inflada, por cierto)... En fin, que hipotecas consideradas "normales" podrían pasar a tener la consideración de "basura" en cuanto las cosas se tuerzan un poco para los deudores. Pero, además de las normales con riesgo, en España sí que hay un mercado de hipotecas de alto riesgo que no sólo ya existe sino que además está en pleno desarrollo. ¡Cuidado con las cajas de ahorro!

El mensaje oficial en España, cómo no, es que el mercado hipotecario no va a sufrir ningún varapalo serio. Sin embargo, las noticias inquietantes empiezan a aparecer también por aquí: la deuda per cápita se ha doblado desde 2002, la morosidad se ha incrementado a los niveles más altos desde 2002 (aunque todavía se mantiene en unos niveles muy bajos), y el Santander ha informado de impuntualidad en los pagos, es decir, que los deudores pagan pero tarde (a ver por cuánto tiempo).

Mientras tanto, desde el Gobierno parece que se huele el desastre y dan pasos para intentar evitar, en la medida de lo posible (es decir, casi nada), el descalabro de los hipotecados. Para los hipotecados presentes han aprobado una ley que reduce los gastos hipotecarios, y para evitar abusos en la concesión de futuros créditos amenazan con inhabilitar a las tasadoras que falten a la veracidad e inflen los valores de tasación de los inmuebles. Y yo me pregunto: ¿será con efectos retroactivos? Porque si fuese así, no quedaría abierta ni una sola tasadora en el país...

El precio de la vivienda ha subido meteóricamente en España, e inevitablemente este incremento ha propiciado que el nivel de endeudamiento haya subido como un cohete dado que los megahipotecones son la única forma de hacer frente al pago de semejantes barbaridades. Los bajos tipos de interés y el afán desmedido de las entidades por captar cuota de mercado hipotecario nos ha llevado a la situación actual. Ahora empiezan a pintar bastos y muchos no pueden (o no podrán) asumir sus compromisos de pago. Estamos viendo cómo todo esto ya está ocurriendo al otro lado del charco, donde ya se teme una crisis a pesar de que su economía tiene muchas más alternativas a la construcción que la nuestra, pero aquí seguimos con el cuento de que todo va bien.

Pero el endeudamiento empieza a dar problemas: ni el cohete ni los pilotos están preparados para volar tan alto, y el combustible va a empezar a escasear. Los viajeros que alegremente pagaron (a plazos, claro) su billete hacia el cielo empiezan a sentir vibraciones y el miedito les está entrando en el cuerpo. Lo último que faltaría sería tener que soportar una tormenta de altos tipos de interés en semejante trasto. Todos sabemos que estas tormentas son tanto más peligrosas cuanto más alto volemos... Lo malo es que la tripulación ya está informando al pasaje de que se abroche el cinturón, porque los relámpagos ya se ven en el horizonte...

¡Houston, Houston...!